Soñé con ella, y me adentré en el carril principal, me apropie de todos mis terrenos, guardé mis botas locas, mis libros, los canarios, los lápices y sus colores.
Usé los lentes de siempre, me vestí de libertad, lancé todas mis nubes negras por la ventana, camino abajo, viéndolos quedar atrás, viéndolos reír atrás, viéndolos viéndome y sonriéndome.
Soñé con su dulzura, con su encanto sureño, con su sonrisa que irradiaba confianza y plenitud; sentí sus armonías...
Tomé por míos los armarios vacíos, de simpleza, de honestidad, de cenizas ultra consumidas en un segundo ultra amargo. Pagué con mis venas el boleto de una despedida sin retorno, sin devolución; pagué con todas mis fuerzas para poner un pie fuera de este que fuera su cuento de hadas.
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