me voy a la mierda.

Extasiada, me gustaría romper la indecisión de un golpe, uno bajo y silencioso que produzca una implosión segura en la noche egoísta y somnolienta.
Quizá yo debí haber sido hombre y golpear la puerta del baño con mis zapatos sucios, seducir a mujeres como yo, indecisas, mujeres jóvenes que no saben nada de la vida, niñas mimadas, pisar fuerte y claro, tomar whisky y fumar lucky strike original para causar impacto y hacerme el interesante, el rudo, el que no siente, no se enamora, no recuerda, porque un caballero no tiene memoria.
Pero no soy un hombre, soy una fémina sin rumbo fijo, sin muchas esperanzas, que lee libros de antaño y se enferma y sueña, y se ríe y no olvida ni perdona, no busca escrúpulos, ni cree en la vida.
Aveces carezco de sentido absoluto, de silencios internos y de Paz comunicativa.
Aveces mi consciencia se transforma en un campo de concentración, pierdo el hilo de las conversaciones y termino llorando.
Aveces entre sumas y restas me quedo con nada en las manos, me duermo con los ojos abiertos buscando a tientas algo que no existe... y te extraño, y me pongo cursi, y recuerdo mis carencias, mis bolsillos vacíos, las tardecitas de verano, las bromas y las confesiones. Entonces, cuando llego al final de mi discurso auto-destructivo; me voy a la mierda.