Antonia-.

Antonia se quitó la chaqueta de gamuza que llevaba y lavó las manitos empapadas en barro, luego se sentó esperando a que Marcos le regalara uno de esos abrazos nocturnos, como los que le daba cuando tenía cinco años, cuando Anita aun vivía.
Lo vio llegar por el jardín, aquélla tarde hacía frío, y llovía más que de costumbre, anoche habían discutido, Antonia estaba enojada, y quería volver el tiempo para que sea navidad y Anita y Marcos la abracen y den regalos de papel para pegarlos en su cuarto. Pero Anita no estaba, Marcos estaba enojado y era Julio.
Marcos la miró con tristeza y en vez de atrasar el tiempo, lo adelantó, y pensó que Antonia no debería estudiar teatro o que quizá su vestido de graduación debería ser amarillo, como su minicooper, pero Antonia le mostró la lengua y una pequeña lágrima transparente se lanzó por su arrugada mejilla, también extrañaba a Anita, esos días de invierno eran los mejores bebiendo chocolate caliente mientras miraban películas de Tim Burton. La agonía y la nostalgia lo obligaron a caminar velozmente hacía su cuarto, pero cuando llegó al umbral, Antonia abrió su boquita de cereza y lo abrazó con prudente dulzura, susurrándole:

“Te quiero, papá”.